Misofonía
Cuando los sonidos cotidianos se vuelven insoportables
¿Alguna vez has sentido una irritación desproporcionada al oír a alguien masticar, respirar fuerte, hacer clic con un bolígrafo o arrastrar los pies al caminar? Si estas reacciones son intensas, recurrentes y afectan a tu calidad de vida, podrías estar experimentando algo más que una simple molestia: podrías tener misofonía.
¿Qué es la misofonía?
La misofonía (del griego "miso", odio, y "phoné", sonido) es una condición neuropsiquiátrica caracterizada por una fuerte reacción emocional y fisiológica ante sonidos específicos, generalmente de origen humano y cotidianos. Estos sonidos, conocidos como “sonidos disparadores” o trigger sounds, no suelen ser molestos para la mayoría de las personas, pero para quienes padecen misofonía pueden resultar insoportables.
Los disparadores más comunes incluyen:
- Sonidos bucales: masticar, sorber, tragar, chasquear la lengua.
- Respiración: jadeos, respiración nasal fuerte, ronquidos.
- Sonidos repetitivos: clics de bolígrafos, teclear, golpeteo de dedos.
- Ruidos ambientales suaves: relojes, goteo de agua, roce de ropa.
No se trata de una hipersensibilidad auditiva en sí misma (como la hiperacusia), sino de una reacción emocional negativa intensa que va desde el enfado y la irritación hasta el asco o el pánico.
¿Cómo se manifiesta?
Las personas con misofonía describen sus reacciones como inmediatas y difíciles de controlar. No es solo una molestia pasajera: los síntomas pueden incluir ansiedad, taquicardia, necesidad urgente de escapar del entorno o incluso impulsos de confrontar a la persona que está produciendo el sonido. En algunos casos, las respuestas pueden parecer desproporcionadas o incluso incomprensibles para los demás, lo que genera incomprensión y aislamiento social.
Algunos ejemplos de manifestaciones comunes incluyen:
- Evitar comidas con otras personas.
- Uso constante de auriculares o tapones.
- Irritabilidad en entornos laborales o familiares.
- Conflictos de pareja o familiares por ruidos cotidianos.
- Aislamiento progresivo por miedo a los disparadores.
La intensidad de la reacción puede variar: algunas personas sienten un leve malestar y otras experimentan un estado casi intolerable que interfiere significativamente con su vida diaria.
¿Cuándo empieza?
La misofonía suele aparecer en la infancia o adolescencia, aunque muchas personas no reciben un nombre para lo que les ocurre hasta mucho tiempo después. Es común que los primeros sonidos disparadores se relacionen con figuras cercanas (por ejemplo, uno de los padres comiendo), lo cual puede añadir un componente emocional complejo.
El curso puede ser estable, fluctuante o progresivo. Algunas personas desarrollan nuevos disparadores con el tiempo y otras logran identificar mejor sus reacciones y aprender a gestionarlas.
¿Es una enfermedad reconocida?
Actualmente, la misofonía no está incluida como diagnóstico específico en los manuales diagnósticos más utilizados (como el DSM-5 o la CIE-11), aunque la investigación en torno a ella está creciendo rápidamente y se reconocen sus efectos clínicos significativos. No es un simple rasgo de personalidad ni una exageración: hay evidencia neurocientífica que respalda que el cerebro de las personas con misofonía procesa ciertos sonidos de forma diferente.
Estudios recientes con neuroimagen han mostrado activación anormal de la amígdala y del sistema límbico en respuesta a los sonidos desencadenantes, lo que sugiere que no se trata de una reacción voluntaria o aprendida, sino de una respuesta emocional automática.
¿A qué otras condiciones se asocia?
Aunque la misofonía puede presentarse de forma aislada, también puede coexistir con otras condiciones:
- Trastornos de ansiedad (especialmente ansiedad social y fobia específica).
- Trastorno obsesivo-compulsivo (TOC).
- Trastornos del espectro autista.
- Trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH).
- Hipersensibilidad sensorial en general.
Esto no significa que una cosa cause la otra, pero sí que puede haber ciertos perfiles más susceptibles a desarrollar misofonía, especialmente en personas con mayor reactividad emocional o sensibilidad sensorial.
¿Cómo afecta a la vida diaria?
La misofonía puede tener un impacto considerable en la vida de quienes la padecen. Desde evitar comidas familiares hasta elegir carreras profesionales que les permitan trabajar en soledad o entornos silenciosos, muchas decisiones se ven condicionadas por la necesidad de evitar los sonidos disparadores.
Además, como suele tratarse de una condición poco conocida, muchas personas se sienten incomprendidas o culpables. La falta de reconocimiento social puede dar lugar a sentimientos de vergüenza, baja autoestima o dificultades relacionales.
Por ejemplo:
- “Me siento mal por enfadarme con mi pareja por cómo mastica.”
- “Mis compañeros piensan que exagero o que tengo manías.”
- “No puedo concentrarme en el trabajo porque el teclado del de al lado me irrita.”
¿Qué tratamiento existe?
Aunque no hay una cura específica para la misofonía, sí existen enfoques terapéuticos que pueden ayudar a mejorar la calidad de vida y reducir la intensidad de las reacciones.
Psicoeducación
El primer paso suele ser comprender lo que ocurre. Saber que existe una explicación y que no se trata de una debilidad o rareza puede aliviar mucho malestar. Validar la experiencia de la persona es fundamental.
Terapia cognitivo-conductual (TCC)
Algunos estudios han mostrado resultados prometedores utilizando TCC adaptada, centrada en:
- Reestructuración cognitiva: abordar creencias disfuncionales asociadas al sonido.
- Exposición gradual con técnicas de regulación emocional.
- Técnicas de relajación y atención plena (mindfulness).
Entrenamiento en reentrenamiento auditivo (TAR)
Utilizado especialmente por algunos audiológos y especialistas en tinnitus, el TAR emplea sonidos neutros para reducir la sensibilidad a los sonidos disparadores mediante habituación progresiva.
Terapia centrada en la compasión o aceptación
El uso de enfoques como la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) o la Terapia Basada en la Compasión (CFT) puede ayudar a reducir la lucha interna con las reacciones emocionales, fomentar la autocompasión y mejorar la regulación afectiva.
Apoyo familiar o de pareja
Dado que los disparadores suelen estar presentes en contextos cercanos, trabajar con la familia o pareja puede ayudar a reducir tensiones, evitar malentendidos y fomentar estrategias compartidas de afrontamiento.
¿Qué podemos hacer como personas cercanas?
Si alguien en tu entorno tiene misofonía, es importante recordar que no lo hace por fastidiar ni por llamar la atención. Algunas claves para acompañar:
- Validar su experiencia: Evitar frases como “no es para tanto” o “es solo un sonido”.
- Ofrecer alternativas: Cambiar pequeños hábitos puede marcar la diferencia (por ejemplo, cerrar la boca al comer, usar cubiertos silenciosos, evitar sonidos repetitivos innecesarios).
- Comunicación abierta: Hablar sin juicio sobre lo que le molesta y buscar soluciones conjuntas.
La comprensión y la empatía pueden ayudar a romper el círculo de aislamiento y frustración.
En resumen
La misofonía es una condición real que puede tener un gran impacto en la vida cotidiana. Aunque no está oficialmente reconocida como diagnóstico, cada vez más investigaciones respaldan su existencia y las estrategias de intervención están evolucionando.
Si tú o alguien cercano experimenta una reacción intensa e incontrolable ante ciertos sonidos, no estáis solos. Consultar con un/a profesional de la salud mental puede ser el primer paso para recuperar el control y mejorar el bienestar.