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¿QUÉ ES EL SÍNDROME DE TOURETTE?

El síndrome de Tourette se da en el 1% de la población y consiste en la presencia de tics motores y fonatorios.


A muchos padres les preocupa la aparición de tics en sus hijos. En esta entrada trataremos de aclarar algunas dudas que pueden surgir con este síntoma.

Antes de hablar del síndrome de Tourette es fundamental explicar primero que son los tics. Los tics se definen como movimientos involuntarios, repetitivos, arrítmicos que resultan de contracciones musculares bruscas y repentinas. Algunos se pueden controlar durante un periodo corto de tiempo o se pueden reproducir voluntariamente. Generalmente no afectan al sueño.

Los tics pueden ser muy variables y se pueden clasificar en motores y fonatorios, pudiendo ser muy diferentes en cuanto a complejidad e intensidad. Algunos ejemplos de tics motores son parpadeos fuertes, movimientos en la boca, giros de cuello, encogimiento de hombros, o incluso expresiones y gestos más elaborados. Carraspeo, tos, gruñidos, repetir la última palabra de una frase o incluso decir palabrotas son algunos ejemplos de tics fonatorios.

Suelen comenzar entre los 4 y los 8 años de edad. Lo normal es que los tics vayan cambiando a lo largo de los años y pueden empeorar en épocas de mayor estrés. Aunque en algunas personas los tics persisten en la edad adulta, en la mayor parte de los niños desaparecen o se atenúan con la edad.

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¿Tener tics significa tener síndrome de Tourette?

La respuesta es no. Se conoce por enfermedad de Tourette a la presencia de los dos tipos de tics, motores y fonatorios, a lo largo de la enfermedad; no teniendo que coexistir a la vez necesariamente. Si únicamente está presente un tipo de tic y no llega a un año de duración, se trata de un trastorno de tics motores o vocales transitorio. Si por el contrario los tics están presente durante más de un año se llamará trastorno de tics motores o vocales persistente.

¿Tiene tratamiento?

Hay distintos niveles de tratamientos, desde técnicas psicoterapéuticas hasta farmacológicas. Sin embargo, no siempre es necesario un tratamiento. Suele ser necesario cuando le producen a la persona un impacto emocional o le afecta en el desempeño de sus actividades del día a día.

No se conoce la causa que provoca los tics, aunque en ocasiones puede ocurrir como efecto secundario de un fármaco o de otra enfermedad. Hay otras enfermedades que pueden producir trastornos de movimiento, por lo que, ante cualquier duda, recomendamos consultar con un especialista.