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Cambios nutricionales

OBESIDAD INFANTIL

Para prevenir y reducir la obesidad infantil, los niños, niñas y adolescentes necesitan practicar regularmente actividad física, tener una alimentación saludable y mantener un adecuado bienestar emocional y buenos hábitos de sueño.


Existen cada vez más indicios de que desde la pandemia las cifras de obesidad infantil, especialmente para niños, niñas y adolescentes han podido incluso empeorar.

La reducción de la movilidad y de la interacción social, el incremento del uso de pantallas, el aumento de consumo de alimentos con alto contenido en azúcares, grasas y sal y la dificultad de acceso al sistema sanitario son algunos de los factores que podrían haber intervenido como facilitadores del incremento de la obesidad infantil en los últimos años.

Para prevenir y reducir la obesidad infantil, los niños, niñas y adolescentes necesitan practicar regularmente actividad física, tener una alimentación saludable y mantener un adecuado bienestar emocional y buenos hábitos de sueño.

Para ello, es necesario actuar en los entornos donde la infancia y la adolescencia vive y crece, generando ambientes que promuevan y faciliten la adquisición de estos tres estilos de vida saludables —actividad física, alimentación y bienestar emocional y sueño.

Desde el enfoque nutricional es necesario conocer que las dietas saludables sostenibles para este rango de población incluyen:

  • El consumo de una gran variedad de alimentos sin procesar o mínimamente procesados.
  • Platos equilibrados en todos los grupos de alimentos (hidratos de carbono, proteínas, frutas, verduras y hortalizas)
  • Restricción de alimentos y bebidas altamente procesadas o ultra-procesadas. Que no quiere decir que se prohíban pero sí se debe limitar su consumo en cantidad y siempre de forma ocasional.
  • Granos enteros, legumbres, frutos secos y gran abundancia y variedad de frutas y verduras. Las frutas siempre mejor comerlas enteras, no en la versión zumo natural.
  • Cantidades moderadas de huevos, lácteos, aves, pescado y carne.
  • El agua como bebida preferente para consumo diario, incluso durante tus comidas.
  • Ausencia, en la medida de lo posible, de patógenos, toxinas y otros agentes que pueden causar enfermedades transmitidas por los alimentos.

Nuestra evolución depende del crecimiento de los más pequeños y debemos saber que los malos hábitos alimentarios perjudican el entorno y ponen en peligro la supervivencia y el bienestar de las generaciones presentes y futuras (Bechthold et al., 2018).