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Disciplina Positiva. Educando con firmeza y cariño

Utilizar la disciplina positiva es educar desde el afecto y la confianza, empleando el sentimiento como movilizador de la conducta, generando responsabilidad y colaboración con los más pequeños, reforzando el vínculo y protegiendo su autoestima.


¿Qué es la Disciplina Positiva?

La disciplina positiva se aleja mucho de ser un estilo educativo, se acercaría más a forma de vivir y de criar a los niños que se basa en el respeto mutuo entre padres e hijos, y que pone el acento en una crianza afectuosa con apego. Cuando un adulto se ocupa de la educación de un niño pone en marcha una serie de prácticas que engloban actitudes, conductas y creencias, que tienen como finalidad enseñarle y encaminar su desarrollo; esto es lo que se conoce como estilo educativo, y la disciplina positiva es la tendencia educativa que se basa en el respeto y se apoya en la afectividad.

La disciplina positiva aparece como modelo educativo en los años 20 del siglo pasado, como una alternativa a la educación tradicional basada en las ideas de los psicólogos Alfred Adler y Rudolf Dreikus, sus descubrimientos no serán aplicados hasta más tarde a manos de la psicóloga Jane Nelsen –autora del libro 'Disciplina positiva' (1981)– quien experimentó el modelo, lo sintetizó, y demostró sus beneficios.

La disciplina Positiva es una alternativa al estilo educativo punitivo (control excesivo, castigo, imposición) y el estilo educativo permisivo (ausencia de normas, permisividad, falta de disciplina). Desde dicha alternativa, se potencia el desarrollo de la autonomía, la responsabilidad, basándose en el respeto mutuo, respeto del hijo hacia las personas cercanas (padres, abuelos, hermanos mayores, etc.) y se implica a los niños, sin imponer, pero aportando reglas y normas comunes, creando un entorno de amabilidad, firmeza y dignidad, protegiendo la autoestima de los niños.

Principios en los que se basa la Disciplina Positiva.

El empleo de un enfoque positivo en la educación se fundamenta en la comunicación, en el amor, la empatía y el entendimiento mutuo. Para desarrollar este enfoque se requiere de un ambiente familiar positivo y respetuoso, que al mismo tiempo favorezca el disfrute de las relaciones familiares y refuercen los vínculos afectivos entre sus miembros. A continuación mostraremos los principios en los que se basa esta forma respetuosa de educar:

  • Amabilidad y firmeza. Debe encontrarse el equilibrio y alejarse de la excesiva autoridad y de la excesiva permisividad, por lo que es necesario ser firmes y amables al mismo tiempo.
  • Respeto mutuo. Con la disciplina positiva se respetan las necesidades del niño, pero también las del adulto. Se trata de escuchar a los niños y comprender lo que sienten para ayudarles a gestionar esas emociones y mostrarles maneras de comportarse respetuosas. No se trata de buscar culpables, ni de hacerles sentir así, sino de enseñarles a aprender del error, desde la aceptación y comprensión del mismo.
  • Conexión y vínculos afectivos. La disciplina positiva requiere conexión emocional, que favorece por un lado el desarrollo afectivo del niño, y por otro contribuye a reforzar los vínculos con sus padres.
  • Implicación del niño. Se basa en la comunicación entre padres e hijos y en un modelo democrático para poner las reglas en casa de forma consensuada. Implicando a los niños logramos que hagan suyas las normas, que las entiendan, y aumentamos su compromiso con las mismas.
  • Desarrollo emocional. El niño percibe que se comprenden y aceptan sus emociones y puede desarrollar su inteligencia emocional, de esta forma el niño siente que es tenido en cuenta y que es importante. Se pueden producir comportamientos inadecuados, pero se evita el castigo, y la labor del adulto consiste en comprender el porqué de dicho comportamiento, y reconducirlo con respeto y de forma afectuosa.
  • Desarrollo de la autonomía. El niño aprende a ser resolutivo e independiente, es capaz de tomar sus propias decisiones. El adulto no controla la vida del niño, le guía y está a su lado, proporcionándole las herramientas que necesita para tomar sus decisiones sin sobreprotegerle.

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¿Por qué es mejor evitar el castigo?

Es importante señalar que eliminar el castigo no significa permitir que los niños hagan lo que le apetezca. Necesitamos brindarles las oportunidades para experimentar la responsabilidad en relación directa con los privilegios de que disfrutan. Numerosas investigaciones han demostrado que los niños que reciben muchos castigos se vuelven rebeldes o sumisos- El uso de castigo puede funcionar a corto plazo, pero a largo plazo genera respuestas emocionales negativas ( miedo, rabia, vergüenza, culpa y ansiedad), interfiriendo no solo en su desarrollo emocional, sino también en la calidad de la relación con la persona que emplea el castigo. Por otro lado existe una tendencia a usar el castigo de forma injusta “ Como no has hecho la cama, te quedas sin televisión”, desajustada “ ¿Cómo has podido suspender?; esta semana no sales de casa” y de forma improvisada “ ¡Deja de distraerte, a partir de ahora ya no tendrás más el móvil!. Los resultados a largo plazo de los castigos adoptan las cuatro “R” del castigo:

  • Resentimiento: “ Esto es injusto. No puedo confiar en los adultos”.
  • Revancha. “ Ahora están ganando, pero me las pagarán”.
  • Rebelión: “ voy a hacer lo justo lo contrario para demostrarles que no necesito hacerlo a su manera”.
  • Retraimiento:

a) Disimulo: “ La próxima vez no me cogerán”

b) Baja autoestima: “Soy mala persona” “No soy adecuado” “ No me quieren”.

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Alternativas al castigo. Las consecuencias naturales y lógicas.

Desde la disciplina positiva se fomenta la utilización de las consecuencias lógicas y naturales ya que son más apropiadas útiles y eficaces.

Consecuencias Naturales: una consecuencia natural es cualquier cosa que sucede de forma natural, sin ninguna interferencia adulta; cuando no comemos, nos entra hambre; cuando nos quedamos bajo la lluvia, nos mojamos, cuando nos olvidamos el abrigo, pasamos frío. Los adultos solemos reprochar “Ya te lo había dicho” “ Yo te avisé” aumentando el sentimiento de culpa, vergüenza o dolor en los niños. En su lugar podemos intervenir desde la empatía y la comprensión “Seguro que ha sido duro pasar ( hambre, sacar malas notas, perder tu bici, olvidarte tu trabajo,etc.) y se podría añadir “ Te quiero y confío en tu capacidad para resolver esto”.

Consecuencias Lógicas: las consecuencias lógicas requieren de la intervención de un adulto o de otros niños. Es importante decidir qué tipo de consecuencias favorecerá una experiencia de aprendizaje útil. Se trata de proponer una conducta alternativa o recibir una consecuencia ajustada que garantice la toma de decisiones y fomente la responsabilidad. Las consecuencias deben seguir la regla de las cuatro “R”:

  • Relacionada: la consecuencia debe estar relacionada con la conducta. Ej. Si un niño no quiere almorzar, en lugar de castigar se le podría decir “Parece que no tienes hambre, si es así no comas, pero no se podrá comer nada hasta la hora de la merienda”.
  • Respetuosa: la consecuencia no debe culpar, ni avergonzar, ni causar dolor a un niño y debe imponerse con amabilidad y firmeza. Ej. “Entiendo que no tengas hambre ahora, solo recuerda que es posible que luego necesites comer, pero no podrás hacerlo hasta la hora de la merienda”, en lugar de “Sino comes, luego no vengas pidiendo comida que no voy a darte nada”.
  • Razonable: las consecuencias tienes que ser razonadas y comprendidas por el adulto y por el niño.
  • Revelada de antemano: permitir que el niño sepa que va a suceder ( o qué vamos a hacer nosotros sino opta por una determinada conducta). Ej. “Me gustaría que tuvieras en cuenta que si en un rato te da hambre, tendrás que esperar hasta la hora de la merienda”.

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Educar desde la amabilidad y serenidad es posible.

Practicar la educación positiva significa acompañar al niño desde el afecto y la confianza, y recordar que los niños necesitan ver sus sentimientos comprendidos. Para ello en lugar de centrarnos en el comportamiento, lo haremos más en sus sentimientos, dándoles el valor que corresponden y la importancia que merecen. La disciplina positiva propone el empleo de las Preguntas de Curiosidad (preguntas dirigidas a tratar de entender lo ocurrido y los sentimientos que los niños han experimentado en una determinada situación). Es mucho más respetuoso, motivador y estimulante que les preguntemos qué ha sucedido, qué creen ellos que lo ha causado, cómo se sienten al respecto, qué han aprendido y cómo pueden solucionar que si solamente vamos a evaluar si la conducta fue adecuada o no según nuestro criterio y condenamos y juzgamos la conducta. Algunas preguntas que pueden emplearse son:

  • ¿Qué estabas intentando conseguir?
  • ¿Cómo te sientes con lo que ha ocurrido? ¿Qué es lo que más te ha afectado de lo que ha ocurrido? ¿Cómo fue para ti verte en esa situación?
  • ¿Qué crees que lo ha provocado?
  • ¿Qué has aprendido de esto?
  • ¿Cómo puedes utilizar lo que has aprendido en el futuro?
  • ¿Qué soluciones se te ocurren ahora? ¿Qué te parece si pensamos juntos una solución?

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Profundizar en las emociones y validar los sentimientos de nuestros hijos es muy importante. Tenemos que ayudarles a reconocerlas y ponerlas nombre: “estás (enfadado / triste / avergonzado / asustado / extrañado / arrepentido / decepcionado …) porque…. y te gustaría que…, ¿qué te parece si…?”. Podemos enseñarles la honestidad emocional comenzando por nosotros mismos: “Me siento…, porque… y me gustaría que tú…”.

Los niños necesitan desarrollar el sentimiento de capacitación, y los padres tenemos la función de actuar como guías, recordando que para que sean niños respetuosos, primero deben ser niños respetados, y practicar la disciplina positiva nos puede ayudar a reconocer sus sentimientos, para modificar su conducta, haciéndoles partícipes de sus cambios, sin deteriorar su autoestima y sin perjudicar los vínculos paternales.

Bibliografía:

Nelsen, J. (2007). Disciplina positiva. Cómo educar con firmeza y cariño. Barcelona: Ed. Medici.