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Abuso de las Nuevas Tecnologias

Hoy en día llevamos todo lo necesario en un solo objeto, el móvil. Esto, unido al avance de Internet y las nuevas generaciones ha hecho que cada día acudan a consulta más adicciones a las nuevas tecnologías.


En un corto espacio de tiempo hemos sido testigos del desarrollo de las nuevas tecnologías, llevando consigo la evolución de internet, ordenadores, videojuegos, smartphones, redes sociales, etc. Y cada día son más frecuentes las personas que acuden a consulta preocupadas por el uso que hacen de ellas sus hijos.

Además, estos últimos tiempos de confinamiento, en el que las nuevas tecnologías se han convertido en la forma principal de dar clases, estudiar o trabajar, han fomentado aún más este uso descontrolado.

Los últimos datos de España señalan que los jóvenes pasan unas 6 horas diarias con el móvil. Además, cada año los niños acceden antes a un móvil propio a pesar de que la propia Asociación de Pediatría desaconseja el uso de las pantallas antes de los 3 años.

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En general, las nuevas tecnologías están destinadas a facilitarnos la vida, pero también pueden complicárnosla, afectando sobre todo a adolescentes. Si hay una obsesión por adquirir lo último en móvil, videojuegos, tablets, etc., las nuevas tecnologías se transforman en el instrumento prioritario de placer, y el ansia por estar a la última puede enmascarar necesidades más poderosas. Asimismo, las redes sociales pueden atrapar, en algunos casos, a un adolescente porque el mundo virtual contribuye a crear en él una falsa identidad y a distanciarle (pérdida de contacto personal) o a distorsionar el mundo real.

Cualquier inclinación desmedida hacia alguna actividad puede desembocar en una adicción, exista o no una sustancia química de por medio. Lo que caracteriza a una adicción es la pérdida de control y la dependencia. Todas las conductas adictivas están controladas inicialmente por reforzadores positivos, como el aspecto placentero de la conducta en sí, pero terminan por ser controladas por reforzadores negativos, esto es, el alivio de la tensión emocional. Es decir, una persona normal puede hablar por el móvil o conectarse a Internet por la utilidad o el placer de la conducta en sí misma; una persona adicta, por el contrario, lo hace buscando el alivio del malestar emocional (aburrimiento, soledad, ira, nerviosismo, etc.).

La ciberadicción se establece cuando el niño deja de verse con sus amigos y se instala frente a la pantalla con sus videojuegos, el adolescente presta más atención a su smartphone que a su novia o el joven no rinde en los estudios porque revisa obsesivamente sus mensajes y redes sociales. En todos estos casos hay una clara interferencia negativa en la vida cotidiana.

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Como ocurre en las adicciones químicas, las personas adictas a una determinada conducta experimentan un síndrome de abstinencia cuando no pueden llevarla a cabo, caracterizado por la presencia de un profundo malestar emocional (estado de ánimo disfórico, insomnio, irritabilidad e inquietud psicomotriz). Al igual que ocurre en el ámbito de las drogas, es difícil que un adicto se considere como tal. De ahí que sea muy frecuente que sean los padres u otros familiares, más que el paciente mismo, quienes consulten por el problema.

El atractivo de Internet para los jóvenes es que se caracteriza por la respuesta rápida, las recompensas inmediatas, la interactividad y las múltiples ventanas con diferentes actividades. El uso es positivo, siempre que no se dejen de lado el resto de las actividades propias de una vida normal (estudiar, hacer deporte, ir al cine, salir con los amigos o relacionarse con la familia). Otra cosa es cuando el abuso de la tecnología provoca aislamiento, induce ansiedad, afecta a la autoestima y le hace perder a la persona su capacidad de control.

¿Cuáles son los factores de riesgo?

Los adolescentes constituyen un grupo de riesgo porque tienden a buscar sensaciones nuevas y son los que más se conectan a Internet, además de estar más familiarizados con las nuevas tecnologías.

Sin embargo, hay personas más vulnerables que otras a las adicciones. En algunos casos hay ciertas características de personalidad o estados emocionales que aumentan la vulnerabilidad psicológica a las adicciones: la impulsividad; la disforia (estado anormal del ánimo desagradable que se caracteriza por oscilaciones frecuentes del humor); la timidez excesiva; baja autoestima o rechazo de la imagen corporal; un estilo de afrontamiento inadecuado ante las dificultades cotidianas; insatisfacción personal con su vida; o carecer de afecto consistente e intentar llenar esa carencia con compras, juegos, Internet o móviles.

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¿Cuáles serían las señales de alarma a las que debemos estar atentos para detectar si nos encontramos ante un problema de adicción a las nuevas tecnologías?

Debemos estar atentos a varias cosas, entre ellas, que la persona:

  • Esté privándose de sueño para estar conectado o usando las tecnologías, en general, que duerma menos de 5 horas y que dedique unos tiempos de conexión anormalmente altos.
  • Que esté descuidando otras actividades importantes, como el contacto con la familia, las relaciones sociales, el estudio o el cuidado de la salud.
  • Recibir quejas en relación con el uso de la red de alguien cercano, como los padres o los hermanos.
  • Pensar en la red constantemente, incluso cuando no se está conectado a ella y sentirse irritado excesivamente cuando la conexión falla o resulta muy lenta.
  • Intentar limitar el tiempo de conexión, pero sin conseguirlo, y perder la noción del tiempo.
  • Mentir sobre el tiempo real que se está conectado o jugando a un videojuego.
  • Aislarse socialmente, mostrarse irritable y bajar el rendimiento en los estudios y/o el trabajo.
  • Sentir una euforia y activación anómalas cuando se está delante del ordenador.
  • Conectarse al ordenador nada más llegar a casa
  • Meterse en Internet nada más levantarse y ser lo último que se hace antes de acostarse
  • Reducir el tiempo de las tareas cotidianas, como comer, dormir, estudiar o charlar con la familia.

Por tanto, más que el número de horas usando las nuevas tecnologías, lo determinante es el grado de interferencia en la vida cotidiana.

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¿Qué podemos hacer entonces para prevenir ese tipo de adicción?

Limitar el uso de aparatos y pactar las horas de uso de las nuevas tecnologías. El tiempo de conexión en la infancia y adolescencia no debe exceder las 2 horas diarias, con la excepción de los fines de semana.

  • Ubicar los aparatos en zonas comunes como el salón.
  • Controlar los contenidos que visualizan.
  • Fomentar la relación con otras personas.
  • Potenciar aficiones tales como la lectura, el cine y otras actividades culturales.
  • Estimular el deporte y las actividades en equipo.
  • Desarrollar actividades grupales, como las vinculadas al voluntariado.
  • Estimular la comunicación y el diálogo en la propia familia.